LOS CABALLOS DE LA CATEDRAL DE SAN MARCOS EN VENECIA.
Se sabe que
fueron confiscados por los cruzados, durante el saqueo de Constantinopla, en
1204.
Parece ser que
decoraban el antiguo Hipódromo de la actual Estambul y que, seguramente,
formaron parte en algún momento de un conjunto formado por una cuadriga romana
a la que estaban estos caballos
enganchados.
Tampoco se
sabe ni dónde fueron fundidos, ni la finalidad que tuvieron estas figuras en
ese monumento.
En un principio
se pensó que eran de bronce, pero, tras un estudio minucioso y una restauración,
realizados en los años 80 del siglo XX,
se comprobó que eran de cobre en un 97% y que se habían realizado con la
técnica de la cera perdida. Sus medidas son de 2,38m x 2,52m, pesando unas 9
Tm. cada uno.
Su alto
contenido en estaño podría hacer que su punto de fusión subiera hasta los
1.300ºC. Es posible que el cobre fuera mezclado con mercurio para darle una
tonalidad más dorada.
En un antiguo
texto griego, datado en el siglo IX dC, se hace referencia a unos caballos
dorados, que había en el Hipódromo y que, según parece, habían llegado desde la
isla de Quíos durante el reinado de Teodosio II, es decir, a mediados del siglo
V dC.
Evidentemente,
no podemos saber si se refiere ese texto a estos caballos o a otros parecidos.
Algunos expertos
han llegado a afirmar que
sus autores podrían ser ciertos escultores griegos
muy conocidos por todos, como Praxíteles, Lisipo, Mirón o Fidias.
No se ha
podido calcular correctamente su antigüedad, pues se da una amplio abanico
entre los siglos IV aC y IV dC.
En el siglo X
se decía que venían de la isla de Quíos, desde donde fueron remitidos a
Constantinopla
por orden de Teodosio II. Otros especialistas, en el siglo XVI,
afirmaron que fue un regalo de un rey armenio a Nerón, instalados primeramente
en Roma y trasladados, posteriormente a Constantinopla por orden de Constantino.
El famoso
autor Winckelman defendió, en el siglo XIX, que fueron realizados en la época
de Nerón.
Autores más
actuales creen ver un cierto parecido con otros caballos hallados en las ruinas
de Herculano, procedentes de la época del emperador Augusto.
Sin embargo,
los estudios realizados tras su restauración nos dan a entender que se trata de
una obra de la época romana, según la técnica utilizada.
Han sido
testigos de grandes acontecimientos, c
omo aquella Revuelta Niká, del 532 dC,
que casi le cuesta el puesto y la cabeza al emperador Justiniano I. Por orden
de este monarca, el general Belisario acorraló a los rebeldes en el Hipódromo y
sus tropas dieron muerte a unos 30.000 de ellos.
En 1204
pasaron a ser un botín de guerra, fueron llevados a Venecia y se colocaron, en
1254, en la parte superior de la fachada
de la catedral de San Marcos, siguiendo las instrucciones del dogo Enrico
Dándolo. Allí, junto al león alado, pasaron a ser un símbolo del poderío de esa
república. D
entro del mismo templo también se pueden contemplar más restos del
botín traído de Constantinopla.
Hay que tener
en cuenta que, hasta 1807, no fue declarada catedral. Hasta entonces había sido
la capilla privada de los dogos de Venecia, quizás, por eso, su fachada está
llena de los símbolos del poderío de esta república.
Petrarca nos
cuenta en sus escritos que pudo admirarlos en su visita a la ciudad, realizada
en 1364. Escribió a uno de sus amigos: “Se ven los cuatro caballos de bronce
dorado, a los que su antiguo artífice dio un aspecto tan real que casi parece oírlos
relinchar y galopar”.
Llegamos a
1797,
con una Revolución Francesa triunfante, donde uno de sus generales,
llamado Napoleón Bonaparte, tras invadir el territorio de Venecia, se supone
que para liberarla del yugo austriaco, se encapricha de estas figuras y se las
lleva para lucirlas en París.
Como eran unos
admiradores de la Antigüedad Clásica, decidieron colocarlos en lo alto del Arco
de Triunfo del Carrusel, construido, precisamente, para homenajear las
victorias del emperador.
Cuando
llegaron, aún no se había terminado el arco, así que estuvieron una temporada
expuestos al público con un cartel donde se decía: “Llevados desde Corinto a
Roma, de Roma a Constantinopla, de Constantinopla a Venecia, de Venecia a
Francia. ¡Están al fin en un país libre!!
Tras la
derrota de Napoleón, en 1815, se acordó devolverlos a Venecia y se encomendó
esta misión al capitán británico John William Dumar
esq. Con los caballos
también llevó el famoso león alado, que se había colocado frente al palacio de los Inválidos, en París.
Hoy día, se
puede ver también una réplica de esa cuadriga en lo alto del mencionado arco
parisino.
Durante las
dos contiendas mundiales también fueron trasladados de su lugar. En la Primera
se les llevó a Roma y en la Segunda, a la abadía benedictina de Praglia.
Tras la restauración
de este grupo escultórico, se realizó una exposición itinerante, en 1981. Las figuras
fueron expuestas en París, Londres, Nueva York y México D.F.
Parece ser que
este grupo escultórico fue estudiado por muchos artistas, a lo largo de los
siglos, y tuvo mucha influencia en sus estudios sobre los caballos en movimiento.
Podemos destacar, entre otros, a Leonardo, Pisanello, Carpaccio, Vassari, Paolo
Uccello, etc.
Lo único que
ha cambiado es que los caballos que se pueden ver ahora en la fachada de la
catedral de Venecia son unas réplicas. Los originales han sido depositados en
un museo, para que estén mejor resguardados de los fenómenos atmosféricos.