viernes, 28 de noviembre de 2014

JUSTINIANO Y SU CORTE

Estos mosaicos están hechos con pequeñas piedrecitas de colores o teselas, empleando las habituales técnicas romanas del Opus Tessellatum (teselas cúbicas e iguales para el interior) y el Opus Verniculatum (de formas diferentes y empleadas para los detalles).
Entre la larga serie de mosaicos de la iglesia son destacables los dos paños que representan en el interior del ábside a los emperadores Justiniano y Teodora, acompañados de sus respectivos séquitos, realizando una ofrenda en el propio templo.
Los dos conjuntos presentan numerosas semejanzas: todas las figuras aparecen mostradas de frente, de pie con los pies dispuestos en V y con miradas bastante penetrantes, pero hay cierta rigidez en ellos, así como un gran hieratismo y un fuerte simbolismo; todos miran al frente. No existe intención de mostrar profundidad ni perspectiva alguna, sustituida en el mosaico de Justiniano por un fondo de color verde y dorado y, en el de Teodora, por una decoración arquitectónica en la que podemos ver una hornacina. En este caso, a la izquierda, una rica cortina parcialmente descorrida deja entrever la ilusión de un espacio posterior, dispuesto en negro. La única perspectiva que se aprecia es la jerárquica, que hace que el personaje principal (Justiniano y Teodora) estén el el centro, en el eje de simetría y ligeramente más elevado o más alto que el resto de personajes. Todas estas características son propias de la plástica bizantina.
Todos los personajes van lujosamente vestidos, en especial los dos personajes principales. Éstos últimos van ataviados con ricos ropajes, que simbolizan su superioridad en la jerarquía bizantina.
 
A pesar de que en los mosaicos aparecen los retratos oficiales de Justiniano y Teodora, Sabemos fehacientemente que ninguno de ellos visitó jamás la iglesia, porque nunca estuvieron en Ravena (que había sido conquistada por Belisario en el año 540) y, sin embargo, estas son las únicas representaciones que nos han llegado del emperador y su esposa, una especie de "retratos oficiales", con cierta idealización, de casi 1500 años de antigüedad. También se pueden saber quienes son los personajes que acompañan a los emperadores. Justiniano va acompañado por sus personas de confianza: el general Belisario, el banquero Julio Argentario, el obispo Maximiano, la guardia del emperador y otros funcionarios y cargos eclesiásticos.
Los los dos personajes principales. Van ataviados con ricos ropajes, que simbolizan su superioridad en la jerarquía bizantina. Sus clámides son de color púrpura, atributo exclusivo de la dignidad imperial; ambos llevan coronas y sendos nimbos rodean sus cabezas. he aquí una alusión al doble poder del emperador: el terrenal (la corona) y el espiritual (el nimbo), éste en su condición de representante de Dios en la tierra.

TEODORA Y SU CORTE

En el lado de la Epístola, destaca la figura de la emperatriz Teodora, engalanada con joyas, diadema, catatheistae y collar, ataviada con una clámide de púrpura bordada en oro con las figuras de los tres Magos, sostiene un cáliz de oro y es precedida por dos chambelanes. Uno de ellos alarga el brazo hacia una cortina recogida que cuelga de la puerta, pero vuelve la vista hacia la emperatriz. La emperatriz se halla en pie en un nicho coronado por una concha, las damas acompañan a la emperatriz debajo de un dosel recogido; delante de la puerta, a la izquierda, hay una fuentecilla de la que brota agua.
Uno de los conjuntos que muestra con mayor claridad el esplendor del arte bizantino (dejando a un lado, claro está, la basílica de Santa Sofía) sea el de la iglesia de San Vital de Ravena (Italia), cuya construcción finalizó en el año 547. Y lo es no sólo por el hecho de que un edificio tan bello y de tal antigüedad se haya conservado prácticamente intacto, sino también porque en él se alberga una importante colección de mosaicos que demuestran rotundamente la maestría y la perfección a la que llegaron los musivarios bizantinos.
La presencia de los Reyes Magos en la clámide de Teodora (curiosamente, antigua prostituta) es una alusión más a la realeza imperial. Pero ambos acuden a la ceremonia de consagración del templo (en el que, recordemos, nunca estuvieron) y lo hacen portando ofrendas: Justiniano una patena y teodora un cáliz, los dos de oro. Se simboliza así que por encima de los emperadores se halla el poder de Dios, al que aquéllos se someten de buen grado. El nimbo o aureola que rodean las cabezas de Justiniano y Teodora aluden, también, a su concepción divina y terrenal.
En ambos casos se trata de recalcar el poder civil y religioso de ambos mandatarios, lo que justifica su localización en el ábside, que completa su decoración en la bóveda que lo cubre con una representación de Cristo sobre la bóveda celeste.


Concretamente en el retrato de Teodora se puede apreciar la fuerte personalidad de la emperatriz, que curiosamente era una artista circense y que por lo mismo no tuvo fácil poderse casar con el emperador, lo que consiguió finalmente gracias a la promulgación de una ley que permitía el matrimonio entre clases sociales diferentes. Una vez en el poder, fue ella y no Justiniano, quien asumió las riendas de la autoridad, y de hecho fue ella y no su marido quien aplastó la rervuelta Niká. A ella también se le debe un amplio acopio legislativo que protegía ampliamente los derechos de la mujer, y se dice que era la emperatriz la que dirigía en la batalla a Belisario, el gran general, lugarteniente del emperador. Por tanto fue una mujer de gran influencia política y de enorme peso en la corte de Justiniano.
Se podría decir en el caso del retrato de Teodora que que ésta parece más acusadamente bizantina, con más lujo, más variedad cromática e interés por representar toda la moda orientalizante: Mantos coloristas, collares abundantes; joyas en abundancia y un aire patente de lujo y ostentación. El rostro es plano y muy sumario, aunque expresivo (ojos muy abiertos).

ICONO PANTÓCRATOR 1261

Este Pantocrátor es la figura central del mosaico llamado de la “Deësis” (“Súplica” en griego)  y data probablemente del año 1261. Durante la cuarta Cruzada, a principios del siglo XIII, Constantinopla fue invadida por las tropas de Europa occidental, encabezadas por Venecia, que derrocaron al emperador y pusieron en su lugar a un nuevo monarca que abolió la iglesia ortodoxa de Bizancio e impuso el rito católico romano. La dominación duró 57 años, hasta que se reestableció de nuevo el catolicismo ortodoxo y una nueva estirpe de emperadores. Este mosaico no sólo conmemora el restablecimiento de la fe tradicional bizantina, sino además es considerado como el comienzo de un período de renacimiento en el arte pictórico del imperio. Ubicado en una de las galerías superiores de  Santa Sofía, se considera por muchos el mejor mosaico de esta iglesia. El artista que lo ejecutó, cuyo nombre no conocemos, era un maestro consumado en este arte, ya que logró efectos cromáticos y de profundidad que nunca antes habían podido representarse con esta técnica. Además, es evidente que se vio influenciado por el arte pictórico de los maestros sieneses de ese siglo, lo que se evidencia sobre todo en los difuminados de las formas. El mosaico completo contiene las figuras de la Virgen María y Juan el Bautista, que se muestran en escorzo e imploran la intercesión de Cristo  Pantocrátor en el día del juicio final. Sólo se conserva la parte superior del mosaico, ya que sufrió grandes daños al ser recubierto de estuco después de la ocupación de Constantinopla por los turcos en el siglo XV, y la iglesia de santa Sofía pasó a convertirse en mezquita.
El Pantocrátor, que significa “todopoderoso” en griego, era una de las representaciones más extendidas y en su iconografía se muestra a Cristo de forma mayestática, bendiciendo con su mano derecha y con el evangelio sostenido por la mano izquierda, mientras nos mira fijamente de frente con expresión severa que impone respeto. Esta imagen imponía respeto y temor, ya que la expresión de Cristo era generalmente severa y circunspecta, a pesar del gesto misericordioso de la bendición. La aureola o nimbo que rodea su cabeza está complementada por la cruz orlada, que es el símbolo de su pasión y que en el arte bizantino estaba reservada únicamente para esta representación. A los lados del nimbo se han inscrito las tres letras griegas “ómicron, omega y ny” que significa: “El que es”, es decir, el equivalente al nombre sagrado de Dios, cuya persona nos ha sido revelada, pero cuya esencia permanece inaccesible, tal como aparece en las sagradas escrituras. El Pantocrátor bizantino siempre iba vestido con una túnica de color púrpura, que estaba listada por una franja vertical de oro y todo él se ciñe con un manto azul. La púrpura y el oro eran atributos reservados en la antigüedad al Emperador y al ser representados en la imagen de Cristo ponen de manifiesto su realeza divina.

martes, 11 de noviembre de 2014

NOVELA SOBRE JUSTINIANO

Año 532. En el corazón de Constantinopla se alza la iglesia de la divina sabiduría, Santa Sofía, centro del culto cristiano y orgullo de sus habitantes. El emperador Justiniano, mientras intenta recuperar la antigua gloria de Roma, anhela un heredero que dé continuidad al imperio con el que sueña. Guiado por una señal divina, planea construir la mayor basílica jamás concebida en la historia de la humanidad, como ofrenda al Señor a cambio de un hijo. Para lograr su sueño, el emperador provoca secretamente una revuelta en la ciudad, una insurrección que le permita destruir la antigua basílica sin que nadie pueda relacionarle con semejante sacrilegio. En la revuelta se ve implicado Héctor, un antiguo profesor de la Academia ateniense, que malvive como peón junto a Penélope, su mujer. Marginado por la clase alta de la sociedad debido a su pasado pagano, se convertirá de forma accidental en uno de los líderes de la revuelta. Aprovechando la incendiaria actitud del pueblo, Héctor se unirá a patricios y senadores en una dramática conjura para derribar al emperador. A medida que la espiral de violencia se extiende por Constantinopla, Justiniano observa cómo la revuelta se le escapa de las manos, poniendo en peligro su trono y su propia vida. Una novela de acción y aventuras, con personajes de asombrosa profundidad, en la que Salvador Felip construye, con solidez y pericia, una trama de perfecta coherencia.

SUEÑO DE EXPANSIÓN DE JUSTINIANO

Apenas llegados al trono, el sueño de la pareja imperial fue volver a resucitar el antiguo Imperio Romano. Y para integrarlo, Justiniano planeó numerosas campañas, sirviéndose de los dos militares más grandes de su época, los generales BELISARIO y NARSES • Comenzó invadiendo el norte de África y apoderándose, en el año 533, del reino que allí habían establecido Los Vándalos. • Luego sus tropas cruzaron el estrecho y atacaron a los Visigodos, adueñándose de toda la zona sur de España. • Después emprendió lo más difícil: la reconquista de Italia, dominada en ese entonces por los Ostrogodos. La guerra fue larga y costosa, pero en el 553 los orientales eran dueños de toda la península. Así estuvieron a un paso de reconstruir el antiguo Imperio: todo el Mediterraneo era nuevamente un ‘lago romano”, y sólo faltaba reconquistar las Galias y las provincias del Danubio. Pero este sueño no pudo realizarse: en él otro extremo del imperio se habían levantado, una vez mas, los eternos enemigos de los romanos: Los Persas: • Los Persas estaban viviendo un período de esplendor, y acaudillados por su rey CÓSROES, obtuvieronn varios triunfos frente a los generales de JUSTINIANO. La lucha se suspendió cuando el emperador se comprometió a pagarles un tributo anual. • Además, por ese mismo tiempo, a través de la Macedonia se venía abriendo paso nuevas tribus asiáticas: los Avaros y los Búlgaros; en algunas oportunidades llegaron casi basta las murallas de la capital, y costó mucho hacerlos retroceder. Todos estos contratiempos impidieron que JUSTINIANO realizara su proyecto.

Las conquistas de Justiniano no se conservaron durante mucho tiempo. En la segunda mitad del siglo VI, los lombardos arrebataron a los bizantinos todo el norte y centro de la península Itálica. A comienzos del siglo VII, los visigodos consiguieron expulsar a los bizantinos de Hispania. Durante los siglos VII y VIII, los musulmanes conquistaron toda la costa mediterránea de África, así como Siria y Palestina. Desde entonces, el imperio bizantino quedó reducido a la península de Anatolia, los Balcanes y el sur de Italia.
Durante los siglos IX y X, el imperio bizantino vivió una nueva etapa de esplendor. Después, la existencia de Bizancio se caracterizó por las pérdidas territoriales continuas y por la amenaza constante de sus fronteras, sobre todo por parte de los musulmanes. A principios del siglo XV solo quedaba la ciudad de Constantinopla en manos bizantinas. En 1453, tras un largo asedio, Constantinopla fue tomada por los turcos y el imperio bizantino desapareció.

RELIGIÓN

La sociedad bizantina era profundamente religiosa: todas las actividades cotidianas estaban estrechamente ligadas a la región. Por ello los pleitos o querellas envolvían a todo el pueblo y creaba serios problemas políticos. Esto ocurrió por ejemplo con el monofisismo, una corriente religiosa que sostenía que Cristo poseía una sola naturaleza, la divina, y que contrariaba a la posición cristiana que invocaba la doble naturaleza de Cristo: humana y divina. El monofisismo fue popular en Siria y Egipto, por eso, estas regiones trataron constantemente de separarse del imperio. Esto último facilitó la conquista por los árabes. En el siglo VIII se originó otra querella promovida por los iconoclastas. Éstos sostenían que las imágenes religiosas o iconos llevaban a prácticas supersticiosas, porque se adoraba en ellas a la imagen representada y no al Dios verdadero. Además, los iconoclastas buscaban disminuir el poder económico y social de los monjes. A diferencia del monofisismo, los iconoclastas fueron protegidos y estimulados por algunos emperadores bizantino. Este hecho provocó un distanciamiento entre estos monarcas y el Papa romano, que se oponía a esta corriente religiosa. Este proceso culminó con el cisma de Oriente entre la cristiandad occidental y oriental, en 1054. En tanto que la primera aceptó como jefe espiritual al Papa de Roma, el Oriente reconoció como jefe supremo al patriarca de Constantinopla. La Iglesia de Oriente se llamo griego-ortodoxa.

ORGANIZACIÓN POLÍTICA

En contraste con las monarquías germanas, el Imperio Bizantino contó con una sólida organización política. El imperio constituía una monarquía teocrática en la que el emperador o basileus era considerado el delegado de Dios en la Tierra y por lo tanto un personaje sagrado. Por eso fue el jefe de la Iglesia y com tal podía nombrar a los patriarcas. Al emperador se lo representó como a los santos con la cabeza rodeada por un halo de luz. Con un poder absoluto, el emperador fue también el jefe supremo de la administración y del ejercito bizantino. Para su acción de gobierno contaba con tres instrumentos. La burocracia civil, conformada por funcionarios que eran verdaderos pofesionales de la administración pública. El ejército, muy numeroso, integrado por soldados de las más diversas nacionalidades. En las zonas de frontera la defensa se completó con los estratiotas, que eran soldados campesinos a quienes se les pagaba mediante la entrega de tierras. La iglesia bizantina que a diferencia de lo que ocurría en Occidente, se encontraba subordinada al emperador. Esta característica se le conoce como césaro-papismo.

JUSTINIANO

Justiniano, sobrino del emperador Justino, llego al trono en el año 527. Justiniano era como su tío, hijo de un simple campesino. Sin embargo desde joven, recibió una excelente formación militar. Al momento de su ascensión al trono, el Imperio Bizantino incluía la Península Balcánica, Asia Menor, Siria, Palestina y Egipto. Sin embargo, Justiniano pensaba que el mundo cristiano debía tener una única autoridad política: el emperador bizantino. Con estas ideas y con la ayuda de los generales Belisario y Narsés, Justiniano se apoderó de los territorios vándalos del norte de África, Córcega, Cerdeña y de las Islas Baleares; conquisto Italia y Sicilia, dominadas por los ostrogodos y por último ocupó el suroeste de la España visigoda. Luego Justiniano emprendió la reforma del estado bizantino para renovar las bases sobre las que se asentaba el imperio. Reorganizó la administración central, residente en Constantinopla, que supervisaba a los funcionarios de provincias. Además, decidió clasificar y editar las leyes romanas. Para ello, encargo al jurista Triboniano la redacción del código Justiniano, que incluyo todas las constituciones dictaminaras desde la época del emperador Adriano. Por otra parte, mejoro la situación de la hacienda pública y de la recaudación de impuestos, para sostener una organización civil y militar más eficiente. Justiniano murió en el año 565, año en que concluyó uno de los periodos más brillantes de la larga historia bizantina.

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viernes, 7 de noviembre de 2014

RETRATO DE JUSTINIANO