En el lado de la Epístola, destaca la figura de la emperatriz Teodora, engalanada con joyas, diadema, catatheistae y collar, ataviada con una clámide de púrpura bordada en oro con las figuras de los tres Magos, sostiene un cáliz de oro y es precedida por dos chambelanes. Uno de ellos alarga el brazo hacia una cortina recogida que cuelga de la puerta, pero vuelve la vista hacia la emperatriz. La emperatriz se halla en pie en un nicho coronado por una concha, las damas acompañan a la emperatriz debajo de un dosel recogido; delante de la puerta, a la izquierda, hay una fuentecilla de la que brota agua.
Uno de los conjuntos que muestra con mayor claridad el esplendor del arte bizantino (dejando a un lado, claro está, la basílica de Santa Sofía) sea el de la iglesia de San Vital de Ravena (Italia), cuya construcción finalizó en el año 547. Y lo es no sólo por el hecho de que un edificio tan bello y de tal antigüedad se haya conservado prácticamente intacto, sino también porque en él se alberga una importante colección de mosaicos que demuestran rotundamente la maestría y la perfección a la que llegaron los musivarios bizantinos.
La presencia de los Reyes Magos en la clámide de Teodora (curiosamente, antigua prostituta) es una alusión más a la realeza imperial. Pero ambos acuden a la ceremonia de consagración del templo (en el que, recordemos, nunca estuvieron) y lo hacen portando ofrendas: Justiniano una patena y teodora un cáliz, los dos de oro. Se simboliza así que por encima de los emperadores se halla el poder de Dios, al que aquéllos se someten de buen grado. El nimbo o aureola que rodean las cabezas de Justiniano y Teodora aluden, también, a su concepción divina y terrenal.
La presencia de los Reyes Magos en la clámide de Teodora (curiosamente, antigua prostituta) es una alusión más a la realeza imperial. Pero ambos acuden a la ceremonia de consagración del templo (en el que, recordemos, nunca estuvieron) y lo hacen portando ofrendas: Justiniano una patena y teodora un cáliz, los dos de oro. Se simboliza así que por encima de los emperadores se halla el poder de Dios, al que aquéllos se someten de buen grado. El nimbo o aureola que rodean las cabezas de Justiniano y Teodora aluden, también, a su concepción divina y terrenal.
En ambos casos se trata de recalcar el poder civil y religioso de ambos mandatarios, lo que justifica su localización en el ábside, que completa su decoración en la bóveda que lo cubre con una representación de Cristo sobre la bóveda celeste.
Concretamente en el retrato de Teodora se puede apreciar la fuerte personalidad de la emperatriz, que curiosamente era una artista circense y que por lo mismo no tuvo fácil poderse casar con el emperador, lo que consiguió finalmente gracias a la promulgación de una ley que permitía el matrimonio entre clases sociales diferentes. Una vez en el poder, fue ella y no Justiniano, quien asumió las riendas de la autoridad, y de hecho fue ella y no su marido quien aplastó la rervuelta Niká. A ella también se le debe un amplio acopio legislativo que protegía ampliamente los derechos de la mujer, y se dice que era la emperatriz la que dirigía en la batalla a Belisario, el gran general, lugarteniente del emperador. Por tanto fue una mujer de gran influencia política y de enorme peso en la corte de Justiniano.
Se podría decir en el caso del retrato de Teodora que que ésta parece más acusadamente bizantina, con más lujo, más variedad cromática e interés por representar toda la moda orientalizante: Mantos coloristas, collares abundantes; joyas en abundancia y un aire patente de lujo y ostentación. El rostro es plano y muy sumario, aunque expresivo (ojos muy abiertos).
Se podría decir en el caso del retrato de Teodora que que ésta parece más acusadamente bizantina, con más lujo, más variedad cromática e interés por representar toda la moda orientalizante: Mantos coloristas, collares abundantes; joyas en abundancia y un aire patente de lujo y ostentación. El rostro es plano y muy sumario, aunque expresivo (ojos muy abiertos).